
A Milán por sorpresa.
El pasado agosto fuimos a Milán. Realmente no fue un viaje corriente, ya que fue la primera vez que utilizamos la plataforma Drumwit. ¿Qué es eso? Pues Drumwit es una empresa que te organiza un viaje a un destino sorpresa de uno de los de su lista (vuelo y hotel) y te lo revelan dos días antes de volar (en este caso nos lo dijeron el día del cumpleaños de Coral, mientras hacíamos Kayak con unos amigos en Platja d’Aro).
A nosotros nos tocó Milán, que la verdad es que no era una de nuestras prioridades: «Cariño, que nos ha tocado Milán» y yo pensaba que era coña, ya que habíamos bromeado días antes diciendo que sería de los que menos gracia nos haría. Aún así, nos lo tomamos con optimismo ya que juntos, todos los viajes son especiales.
Llegamos al aeropuerto de Milán por la mañana y nos dirigimos hacia el hotel. Nos tocó un Hotel Hilton precioso, grande, bastante lujoso y aunque no estaba en el centro, estaba bastante cerca y bien comunicado.

Una vez instalados hicimos la primera visita al centro. Cogimos el metro y nos dirigimos a la plaza del Duomo. Allí hicimos una pequeña cola en un edificio cercano donde venían las entradas y, a continuación, subimos a aquella preciosa catedral. En un inicio la visitamos por arriba (unas grandes vistas desde sus terrazas) y luego bajamos para verla por dentro. Hay que decir que aquí fuimos poco espabilados ya que al querer bajar, nos pusimos en una cola que era para bajar en ascensor (no lo sabíamos) y para bajar a pie, que era lo que nos permitía nuestra entrada, no había nada de cola. Cuando por fin conseguimos bajar le hicieron poner una bata azul bastante fea a Coral ya que no podía entrar tan ligera de ropa dentro la iglesia (sí, el cachondeo sobre la bata fue notable). En cambio yo, al ser hombre (como ocurre a menudo en las iglesias) pude entrar sin taparme. Tras la visita, fuimos a comer ya que se nos había hecho algo tarde. Muertos de ganas de comer pizza (sobre todo yo), acabamos en una pizzería cercana al Duomo. Comimos bastante bien, ya que parece que en Italia todo el mundo hace pizzas buenas. Después de comer tocaba hacer el primer helado italiano del viaje. Coral, decidida a criticar aquellos fans del helado de pistacho – decía que no debía estar bueno de ninguna manera – decidió probarlo. No sólo le encantó sino que se pasó el resto del viaje pidiéndolo a todas partes.










A la tarda, vàrem descansar una estoneta (per evitar les hores de sol més fortes) i vam anar a passejar al barri de Navigli. Aquí vam veure marxar el sol i també vam poder aprofitar per sopar al a vora del riu. El menjar va ser acceptable tot i que el més especial va ser el lloc i l’ambient. Com no podia ser d’una altre manera, al acabar vàrem acabar de passejar tot fent un gelat italià deliciós (de pistatxo evidentment la Coral).




El segundo día lo pasamos en Verona. Nos gustó tanto que hemos decidido hacer un post especial de ella, así que dejaremos los detalles para otra publicación.
Para el último día en Milán nos levantamos temprano. Al salir del hotel vimos una pequeña cafetería local y entramos con la idea de poder desayunar. El hecho de considerar tan importante encontrar rápido un lugar donde desayuno es debido a la mala leche de Coral si no desayuna y se toma un café (con los años he aprendido que tengo que sacar de casa alimentada y llena de café para sus venas). Después de esperar 15 minutos sin que nos atendieran salimos a buscar un lugar donde nos quisieran hacer caso. Imaginaos la simpatía con la que una Coral desalimentada se despidió de las señoras del local. Por fin en encontramos una cafetería abierta y la verdad es que desayunamos bastante bien… Bueno, hasta el momento en que sufrimos un pequeño infarto al ver la cuenta: 15 € por solo dos cafés y dos croissants diminutos. Nos pareció un escándalo. Pagamos, qué remedio, y fuimos dirección a San Siro (por petición mía). San Siro es el campo de fútbol de los dos equipos de Milán, el AC Milán y el Inter de Milán. Cuando juega el primero, el campo se llama San Siro y cuando juega el Inter se llama Giuseppe Meazza. Esta situación la aprovechó y lo sigue haciendo Coral para decir que visitamos dos estadios de fútbol en un solo viaje. En fin… la verdad es que fue genial ver este impresionante campo. Aprovechamos para hacer una visita al museo y seguidamente hicimos el tour al estadio, viendo el terreno de juego, los vestuarios, etc. Con mi objetivo logrado, regresamos de nuevo al centro de la ciudad a ver las galerías Vittorio Emmanuele y en dar una vuelta por el centro. Para despedirnos de la ciudad fuimos a un restaurante a comer pizza. En un arrebato inesperado que todavía lamento decidí pedir pasta en lugar de pizza. Grave error, teniendo en cuenta que la pizza que pidió Coral era con diferencia la más buena que probamos en la ciudad. Último heladito acompañado de un paseo y ya fue hora de recoger los equipajes para ir al aeropuerto a coger el avión que nos llevara de nuevo a casa.












Nos gustó mucho el tiempo que invertimos en Milán, fue el justo y necesario para disfrutar de la ciudad sin que se nos hiciera pesada. Es una ciudad muy glamurosa y elegante pero no tiene una cantidad de atractivos turísticos muy elevada. Dudo que volvamos expresamente, pero vale la pena pasar si estás cerca.
Como conclusión de viajar con Drumwit, podemos decir que nos gustó mucho la experiencia y que a pesar de que la ciudad que nos tocara no fuera la que más ilusión nos hacía, nos lo pasamos genial y nos encantó, en gran parte gracias a poder ver la preciosa Verona. El servicio fue muy atento en todo momento y súper amable. Muy probablemente repitamos el experimento en un futuro y volvamos a probar de hacer un viaje sorpresa, cuando no tengamos muy claro donde queremos ir de escapada. Además, si ya has viajado con ellos antes, te descartan sin coste el lugar que te haya tocado, por lo que no puedas repetir (y te sigue quedando un destino para descartar de manera gratuita).

Atenas: Calurosa y caótica.

Verona: Donde los Montesco y los Capuleto.
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