
Agosto mallorquín.
El verano de 2017 le tocó escoger viaje a Pere, ya que (al menos de momento) cada verano uno de los dos elige el destino. El año anterior habíamos ido a Malta, el cual fue un viaje genial. Pero él es un enamorado de las Baleares y, como yo sólo conocía Menorca de cuando fuimos en nuestro primer viaje, le hizo ilusión enseñarme la preciosa isla de Mallorca.
Así pues, volar hacia la isla el día 17 de agosto temprano, llegando al destino antes de las nueve de la mañana.
Recogimos el coche de alquiler, un Fiat 500 monísimo de color azul pitufo, e hicimos camino hacia Alcudia, donde habíamos reservado un apartamento muy lindo vía Booking (Margalida’s Beauty). Primero paseamos y desayunámos por Alcudia y nos pusimos cómodos en el apartamento. Seguidamente, fuimos a hacer la compra en el súper para los días próximos. Por la tarde fuimos a ver la playa del puerto de Alcudia, que estaba a rebosar de gente y turistas y nos bañamos en una playa de piedras desconocida que encontramos muy cerquita del apartamento. A continuación, fuimos al Cap de Formentor para ver la puesta de sol. La empezamos a ver desde el faro, pero, cambiando de idea, hicimos un poco de cabras y la vimos la mucho mejor ( y solos, que parecía imposible con la gente que había yendo hacia el faro) desde los acantilados de alrededor de la carretera.
Nuestro segundo día en Mallorca ya fuimos a por la artillería pesada: visitamos en una misma mañana el Caló des Moro (a la que nos costó un poco llegar, ya que nos perdimos un poco) y Es Trenc, dos playas que parecen exactamente un paraíso. Para ir a esta primera playa (visita obligada) hay que aparcar el coche y caminar un poco. Nosotros aparcamos el Fiat frente a la casa de unos señores muy simpáticos, que nos dijeron que nos vigilarían el coche y que nos recomendaron otra playa donde valdría la pena ir (por la que no tuvimos tiempo, pero que nos apuntamos para cuando volvamos). Por la tarde visitamos la antigua ciudad romana de Pollentia bajo un sol de justicia y fuimos a tomar algo en el encantador pueblo de Pollença. Por la noche volvimos Alcudia y dimos una vuelta por el puerto.


El tercer día por la mañana paseamos temprano por la playa de Alcúdia y fuimos a Cala Gat, una cala preciosa que nos había recomendado una amiga. Era muy temprano cuando llegamos y por suerte no había mucha gente. Se trata de una cala muy pequeña, por lo que, aunque no la visita tanta gente como, por ejemplo, las que vimos el día anterior, se acaba llenando en las primeras horas. Después de comer visitamos Portocolom y Artà, un pueblo blanco y precioso donde pasamos gran parte de la tarde, ya que nos encantó.
Al día siguiente fue un día más tranquilo… recordamos algunas anécdotas buenas, sobre todo de ese día. Por la mañana fuimos a las cuevas del Drach, que nos parecieron preciosas. Si váis, llevad las entradas compradas desde casa, que os evitará muchas colas. Por la tarde después de comer, decidimos visitar la Cala de Banyalbufar, tal como nos había recomendado un amigo de Pere, la cual fue un desencanto enooooorme. Después de hacer todo el camino, ya que quedaba más bien lejos, y sufriendo porque estábamos a punto de quedarnos sin gasolina, llegamos a una especie de playa artificial que constaba en una plataforma: sin arena, sin piedras, sin nada! Una plataforma donde plantar la toalla, si tienes suerte. El agua además, chocaba muy fuerte, así que ni siquiera tenía las aguas transparentes que tanto nos enamoran de las islas… Saliendo de la playa llegó el auténtico sufrimiento. El coche se estaba quedando sin gasolina. La situación fue preocupante hasta tal punto que nos dejó de marcar los km que podíamos hacer para indicar que el nivel de gasolina era muy bajo. Después de toda la subida sudando, la bajada la hicimos casi sin frenar, y, evidentemente, sin pisar una sola vez el acelerador. Así conseguimos llegar por los pelos a una gasolinera. Con la tranquilidad de tener ya el depósito lleno, paramos en un pueblecito cercano llamado Esporles y entramos en el bar más lleno de gente, que según el cartel exterior se llamaba Bar Deportiu, a tomar lo único que ponía en la pizarra que tenían en la calle: «tenemos granizado de almendras». ¡Nos pareció delicioso! Seguidamente visitamos Valldemosa, que también nos pareció espectacular, aunque había mucha gente (en este pueblo compramos el imán de nuestra nevera).
Nuestro quinto y último día en Mallorca también fue tranquilo. Para empezar, acabamos de ver el centro de Alcúdia por la mañana y fuimos hacia Palma, para ver bien la ciudad. Aquí, aparte de dar vueltas por el centro, visitamos la catedral, los baños árabes y quedamos a las puertas del castillo de Bellver, ya que al ser domingo estaba cerrado. La comida la hicimos en un restaurante muy cuco y céntrico y cerramos el viaje comiendo un heladito, tradición de nuestros viajes de verano.

Huyendo del frío en Marrakech.

Sube y baja a París (fin de año 2017).
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