
El encanto de Malta.
Volviendo atrás, también queremos dejar constancia de uno de los viajes que más hemos disfrutado de todos. En agosto de 2016 me tocaba a mí (Coral) elegir destino. Lo tenía clarísimo, me habían hablado maravillas, así que cuando Pere me dijo que dónde podíamos ir, la respuesta fue alta y clara: «¡este año nos vamos a Malta!». En primer lugar, hay que decir que el viaje fue uno de esos casos en los que, nada más comenzar parece todo desastroso, pero que terminó siendo memorable, en el mejor de los sentidos.
Nada más llegar, al recoger el coche de alquiler nos cobraron un suplemento por recogerlo pasadas las 22:30 h, cortesía de un retraso del vuelo.
Después de este pequeño chasco inicial, por fin pudimos coger el coche, el cual tenía el volante a la izquierda. La verdad es que decir que me costó adaptarme a aquel Peugeot 208 sería ser amable… se me caló repetidas veces y creo que no llegué a salir del parking, pidiéndole a Pere que condujera él. La ruta hasta el apartamento no fue mucho más apacible: las primeras rotondas conduciendo por la izquierda fueron un show. Cuando por fin aparcamos cerca del apartamento, nos costó mucho encontrar exactamente donde estaba ya que Google maps no funcionaba bien y allí todas las calles parecen iguales. Por suerte, el propietario fue muy amable y nos esperó hasta tarde. Nos alojamos en el apartamento Holiday Home 62 Antik Tal Gvernatur, en la ciudad de Birgu o la Vittoriosa. Era tardísimo y nos moríamos de hambre, así que antes de instalarnos intentamos encontrar algún lugar donde pudiéramos comer algo. Los horarios de las comidas en la isla son europeos, es decir, que se come bastante antes de lo que estamos acostumbrados en casa. Conclusión: no encontramos ningún lugar que nos ofrecieran nada para cenar y esa noche todo lo que ingerimos fueron dos cócteles y unos cuantos cacahuetes que nos pusieron de acompañamiento. De vuelta al apartamento, cuando estábamos instalandonos, nos sorprendió un escarabajo GIGANTE paseando por la habitación. Ahora me siento mal por Pere, pobre, que me tuvo que aguantar diciendo que yo no podía dormir allí. Por suerte, me conoce como nadie y me tranquilizó (y echó el escarabajo) para que pudiéramos dormir por fin.
Lo primero que hicimos por la mañana fue ir a comprar comida para nuestra estancia y visitar Birgu a pie. Después de comer fuimos a la playa de Għajn Tuffieħa, que habíamos visto recomendada en muchos blogs.
Por la noche cenamos en el apartamento y fuimos a tomar un cóctel en un bar que a Pere le encantó, porque la carta explicaba como era cada cóctel y su origen de una manera muy original. Se trata de una coctelería clásica (no encontraréis mojitos, piñas coladas ni copas demasiado dulces, avisamos) llamada Cork’s Bar (Triq Birkirkara, San Ġiljan).
Al día siguiente fue un día genial, donde ya empezábamos a ver claro que, aunque empezamos con mal pie, la isla de Malta es encantadora. Nos levantamos temprano para ir a St. Peter ‘s Pool, una piscina natural esculpida en la roca donde acuden gran cantidad de bañistas para hacer snorkel y por saltar desde sus acantilados. Aquí tuvimos mucha suerte, ya que al haber salido tan pronto de Birgu, fuimos los primeros en llegar y la vimos vacía. Hay que decir que es visita obligada si vas a esta isla y que es un lugar de ensueño. Después, fuimos al pueblo de pescadores de Marsaxlokk, conocido por sus barquitas de colores y su mercado de pescado de los domingos. Por la tarde visitamos Mdina, una de las ciudades en la que se grabó Juego de Tronos, concretamente para servir como escenario de Desembarco del rey. Después fuimos al Café del Mar (Triq it-Trunciera, San Pablo Bay), un lugar espectacular para ver la puesta de sol. Si váis a partir de las 18:00 h podréis acceder de forma gratuita, utilizar las hamacas y bañaros tranquilamente. Nosotros lo hicimos así y vimos cómo se ponía el sol.
El día siguiente visitamos la pequeña isla de Comino, ya que otra visita imprescindible si visitas Malta es el Blue Lagoon. Para llegar hay que tomar un ferry desde Cirkewwa, en el noreste de la isla. El precio es muy económico y hay ferries cada hora, así que no tendréis problemas para ir. Realmente vale la pena la visita, el agua es de las más transparentes que he visto y la arena blanca evoca totalmente un lugar de postal. Eso sí, preparaos para avalanchas de turistas, sobre todo si estás en temporada alta. Algo que nos desagradó fue ver tanta suciedad: dando un paseo caminando por los senderos de la isla, vimos un montón de desechos tanto en las playas como en las zonas de «tráfico». Aquí la gente debería ser un poco más consciente… ¿de qué sirve tener una playa preciosa si sus alrededores dan asco? Lo peor es que la culpa seguro que es de los turistas, pero vaya, habría que poner remedio. Ya de nuevo en la isla de Malta, fuimos a ver la puesta de sol desde los Dingli Cliffs (espectacular).
Nuestro penúltimo día lo dedicamos a visitado la isla de Gozo, a la que fuimos con ferry, de aquellos donde puedes cargar el coche y todo. Por la mañana vimos la famosísima Azure Window (en las fotos se ve entera, ya que fuimos el verano anterior al momento en que fue engullida por el mar, en marzo de 2017). Después almorzamos en un restaurante que recomendamos, ya que la comida era buena, a buen precio y las vistas justo frente al mar inmejorables (Il Kartel Restaurante, Marsalforn, Gozo). La siguiente parada fue Victoria o Rabat, la capital de la isla. Esta ciudad es también una de las más encantadoras de las que visitamos. Cada rincón tiene encanto y caminar por las calles de la ciudadela es obligatorio. Desde ella se puede ver casi toda la isla, vale la pena subir tantas escaleras. Ya de nuevo a Malta, repetimos la experiencia de la noche anterior: volvimos a ir a Dingli para ver cómo se ponía el sol.
Tristemente, nuestro último día de vacaciones llegó. Tras recoger y pasear por última vez por las calles de Birgu, fuimos a la Valleta, donde hicimos de turista visitando todo el centro. La comida del último día queríamos que fuera muy económica, ya que nos habíamos gastado más de lo que teníamos en mente los días anteriores. Haciendo una búsqueda por internet encontramos Piadina Caffe, un lugar de comida rápida «healthy» donde comimos unas Piadinas buenísimas, todo por menos de 10 euros los dos (bebida incluida). Poco después ya hicimos camino hacia el aeropuerto y volvimos a Barcelona.
Volvimos enamorados de Malta y de su gente, que en general nos pareció muy amable. Nos cautivó la decadencia encantadora que tienen las ciudades del país (sobre todo de la Valleta y Birgu, donde nos sentíamos como en casa) y, realmente, nos quedamos con ganas de más (lo que no echaremos de menos es su conducción de locos, aunque al final Pere se acostumbró a tener el volante al otro lado). Así pues no descartamos repetir este destino y quizás, quien sabe, alojarnos en Gozo, esta vez.

Dormimos en una casita de madera en l'Ampolla.
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